DIA 85 / 86 – La entrada en Estambul

Pocas veces he pedaleado con tanto desgano, el cansancio me ganaba, el calor increíble me pesaba y la densidad del trafico, que iba creciendo con cada km que me acercaba a esta metropolis, me aturdía y estresába mas y mas. Sin contar las interminables subidas y bajadas que anteceden el ingreso a la ciudad. Y vaya ciudad, Estambul con sus 20 millones de habitantes es un coloso que parece nunca querer empezar o nunca querer terminar.

Mi destino era un hostal en el barrio de Kodaköy, en la parte asiatica (oriental) de la ciudad y doy esta aclaración, ya que la ciudad dividida por el Bósforo es también el limite geográfico entre Europa y Asia, por lo cual, la ciudad que se erige a ambas orillas de este estrecho, se divide también en estas ambas partes. La europea y la asiática.
Kodaköy de asiatico no tiene nada. Es un barrio mundano, europeo y bohemio con un carácter tranquilo, con callejuelas con bares alternativos, galerias de arte, centros sociales. Me hace recordar un poco a los barrios de Palermo en Buenos Aires.
Ambas partes de la ciudad están unidas por una linea subterránea de tren o por linea marítima por medio de barcas de pasajeros (ferry boats) que zarpan cada 30 minutos de un lado hacia al otro.

Me siento cansado, Estambul siendo tan grande y ofreciendo una infinidad de atracciones turísticas en general, me hace mas difícil la elección en que ver, visitar y recorrer. He estado aquí hace unos 25 años y nunca he olvidado su belleza. En aquel entonces en la ciudad convivían el lujo y carretas tiradas por bueyes, gente mundana con campesinas hilando lana en las aceras de la calle. En aquel entonces el nexo entre oriente y occidente se sentía palpitar por cada calle, en cada esquina.

De todo aquello ya nada queda. Estambul, sobre todo en este nuevo milenio se ha convertido en una metrópolis moderna, pujante y cosmopolita. El adelanto y desarrollo de la infraestructura urbana, calles, redes metropolitanas, parque automotriz, es impresionante. La pujanza que se advierte es grande, no obstante los indicadores macroeconómicos turcos actuales dejen bastante que desear y de hecho están viviendo una importante desaceleración económica.

Volviendo a mi entrada en la ciudad, muy a mi pesar, se me había hecho tarde, las piernas me pesaban y la incertidumbre de llegar al lugar correcto y de encontrar aún en servicio el vapor que me cruzara el Bósforo crecían a medida que bajaba el sol y las luces se encendían. Yilmaz, un ciclista Estambulano, para mi desconocido hasta ese momento, se me cruzó en el camino. Fué como siempre creo, el destino que me en el momento exacto me presentó la persona exacta para resolver un tema exacto. Yilmaz, aparte de haberme ofrecido un Çay, me ofreció llevarme hasta la estación fluvial de Eminönü, pedaleando el por delante y así he podido alcanzar el Ferry que me cruzara el Bósforo hasta mi destino final. Su amabilidad infinita y mi gratitud por tal gesto no se quedaba atrás.

Los próximos días en Estambul serán para descansar, para hacerle el servicio a mi bicicleta, (en la ultima bicicletería de alto estándar tecnológico y representante de VSF y Rohloff) y para organizar el resto de la ruta, el visado para Iran y algunos sociales.

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